Los préstamos personales son contratos entre una entidad financiera y una persona. La entidad presta cierta cantidad de dinero a la persona, y esta se compromete a su devolución en cuotas periódicas, en un plazo determinado. En esas cuotas se incluyen los intereses pactados, y en el contrato se especificarán además los posibles gastos que deriven de las gestiones.
Existen muchos motivos, pero se pueden resumir en cinco principales:
¿Cuánto dinero pido? Es la pregunta del millón, y la respuesta es muy sencilla: pide justo lo que necesitas, y ni un euro más. Cuanto más pidas, más intereses pagarás a lo largo del tiempo. Para saber exactamente lo que necesitamos pedir hemos de tener muy claro el fin del préstamo, y hemos de haber realizado, casi, un examen de conciencia para tener claro que el préstamo es lo que necesitamos (y que no podemos conseguir el dinero mediante acciones en nuestra economía doméstica).
Un vez sabemos el destino del dinero que recibiremos con el préstamo personal, pasamos a solicitarlo justificando el gasto. Por lo general, las entidades financieras necesitan saber para qué queremos el dinero solicitado (es una variable a tener en cuenta para valorar el riesgo). Si lo necesitamos para adquirir un vehículo para trabajar tendremos más posibilidades que si lo solicitamos para otros fines menos «importantes».
Es necesario que nos fijemos muy bien en las condiciones del préstamo: plazos y cuotas, intereses, gastos de gestión (por apertura, por ejemplo, o si tiene gastos por amortización anticipada), comisiones, TAE… Es vital que conozcamos previamente a la firma todas las condiciones, y que leamos completamente la letra pequeña del préstamo, para no pillarnos los dedos en el futuro.
Además, el cumplimiento de las cuotas periódicas debe ser ejemplar: no nos podemos retrasar en ninguna cuota. Volvemos a lo de siempre: la planificación. Antes de aceptar plazos debemos saber si podemos asumirlos en tiempo y forma. El retraso de una cuota activará los intereses de demora, y si la cosa se repite, podemos llegar a tener serios problemas financieros.
Un último apunte: si es posible, recurre a prestamos personales con garantías, es decir, préstamos en los que tú debas aportar garantías a la entidad financiera. Si eres trabajador por cuenta ajena, lo más común es que te soliciten tu nómina, que debe indicar un nivel de ingresos suficiente, o el contrato de trabajo (pueden exigir que sea de carácter indefinido). En el caso de ser trabajador autónomo, lo más habitual es que tengas que presentar la declaración de IRPF, el resumen anual del IVA, o los últimos recibos del pago de la cuota de autónomos.
De la misma manera, intenta evitar los préstamos inmediatos que, en primer lugar, son de pequeñas cantidades. En segundo lugar, el plazo de pago es muy corto y pagarás muchos intereses por ese préstamo. A la hora de solicitar un préstamo personal, la regla de oro es pagar lo mínimo posible por el dinero que nos prestan.